lunes, 9 de septiembre de 2013


       DOMINGO RODRIGUEZ 
     "RUBIO DE QUISMONDO"

     Porque la tauromaquia se divide en tercios y no solo hay maestros de oro, nos trasladamos a un pueblo de la provincia de Toledo (España), donde encontramos a un protagonista de oro en el mundo del castoreño.   En una comarca de maestros del toreo importantes, como Domingo González Mateo abuelo de la saga de los Dominguín, El Niño de la Taurina al que ya hemos reseñado en este blog,  Juan Bellido "Chocolate" un gran peón de brega y banderillero, Gregorio Sánchez un gran matador de toros, y Domingo Rodríguez como nombre personal, pero más conocido como "Rubio de Quismondo", uno de los mejores picadores que ha habido en nuestra historia más reciente del mundo del toro.

  Comienza la afición en el mundo del toro en la plaza de Vistalegre (Madrid, España) donde se dedica a poner petos en los caballos de picar y montar a los equinos, puesto que él se traslada a la capital, porque en el pueblo no hay vida y el quiere vivir bien y ser algo en la vida, no quedarse en el ostracismo del pueblo natal, tomando de referencia a unos mozos del pueblo de al lado Nombela (Toledo, España), que ya eran picadores y el los intento copiar, puesto que en su interior decía, si ellos lo hacen yo también lo puedo conseguir.  

     Debuto el 25 de Agosto del año 1957 en Valencia de Alcántara un pueblo de Badajoz (España), siendo esta su única intervención en los ruedos y sin torear hasta un año después, que con Luis Albiz, se presento en la plaza de las Ventas de Madrid, toreando desde ese momento, solamente con cuatro matadores mas, Andrés Hernando, del año 1963 al 1967, con Ángel Teruel, hasta el año 1971, con Luis Miguel Dominguín, hasta el 1973 y posteriormente, con Francisco Ruiz Miguel, hasta el año, 1991, quedando un espacio en su carrera, el año que Ruiz Miguel para en el año 1990, en el que paso a formar parte de la cuadrilla del Niño de la Taurina.  Teniendo una gran amistad con todos ellos, y no considerando a ninguno como el tránsito de su vida, sino, llevándose, incluso en la actualidad con ellos, como si fueran familia, además coincidiendo con ellos que un picador es torero a caballo, por la participación tan importante que realiza en la fiesta, además con la calidad del Rubio de Quismondo, el picar no es un simple trámite, sino un tercio de la lidia de un toro esencial e importante, siendo parte crucial en el mundo del toro.

   El escalafón de los picadores, no se mide, por el transcurso de novillero, matador, etc., si no  por los maestros a los que se acompaña, y en los festejos que se realizan, porque aunque parece mentira, antes,  en su época, los toreros son los que buscaban a las cuadrillas y les invitaban a formar parte de sus espectáculos, cosa que cuanto más te llamaran, mas importante eras en el mundo del castoreño.

  "El Rubio de Quismondo", viene o se lo puso, el gran comentarista taurino y deportivo, Matías Prat, en el año 1964, fue la tan recordada corrida de El Cordobés, Serranito y David Aguilar, en la que por sustitución de Serranito, entro en la corrida Adres Hernando, al que le acompañaba como picador por esa época, en esta corrida por la mañana, un sobrino del antes citado Matías Prat,  de nombre José María Soto Mayor, escritor y colaborador de la célebre enciclopedia taurina " EL COSSIO",  que se dedicaba a hacer una especie de chuleta, con las cuadrillas de los participantes, para facilitar la retransmisión del festejo por la televisión y que iba recogiendo todos los nombres, le pregunto el nombre, y él le dijo,  Domingo Rodríguez, de Quismondo, a lo que José María respondió, el pueblo de la saga de los Domingines, no será familia o algo, a lo que Domingo dijo, no los conozco son grandes amigos pero no, y la cuál fue su sorpresa, cuando en la retransmisión Matías Prat, le hizo una biografía completa, llamándolo por su color de pelo, Rubio y su procedencia Quismondo,  vamos el nombre el cual fue bautizado “EL RUBIO DE QUISMUNDO”, siendo recordado por Matías y Domingo en muchas ocasiones, en las que  han coincidido.

   El tercio de varas es primordial en la lidia de los toros,  para ahormar   la fuerza de los mismos, siendo antes muy dados los matadores a la frase de vamos a darle, pero vamos a darle duro, incluso antes sin cruceta en las pullas, se tenía que meter dentro del animal unos veinte o treinta centímetros de palo, no valiendo los picadores que no eran capaces de hacerlo, y desde un tiempo a esta parte, esa frase se ha convertido, en vamos a cuidarle, a cuidarle que nos quedamos sin toro en la muleta, y además confundiendo en ocasiones el dicho del dale, dale, con el vale, vale, pero no por nada, sino por el estado de nervios que llevan encima los matadores, no de miedo incluso en muchas ocasiones del toro en sí, sino del sentido de la responsabilidad, que es muy grande no solamente para los matadores, sino para todos los componentes de las cuadrillas en general, porque ellos sufren las acciones de los matadores, y tanto los triunfos como las derrotas de todas esas tardes, en las que comparten cuadrillas, con matadores, banderilleros, etc. asumiendo egoístamente  el triunfo del matador, compartiéndolo, pero teniendo en cuenta que el triunfo siempre es de él que está delante de la cara del toro y da todo por él y pos su cuadrilla. 

    Le recordamos la fecha de 7 de Abril de 1989, y sin dudarlo Domingo Rodríguez  nos traslada a Sevilla, Real Maestranza de Caballería, la única vez que le toca la música a un picador cuando esta picando, y nos cuenta como anécdota, que incluso después de esto, no le dan el premio a de la feria y nos matiza,  mas quenada,  por ser castellano y no andaluz.   Nos cuenta que esto es lo más, en ese momento y en ese día, no recuerda nada igual pasando por el momento más inolvidable personal  y profesionalmente para el Rubio de Quismondo.   Después de haber toreado alrededor de unas  2.200 corridas de toros y teniendo también el recuerdo de algunas de las tardes malas, como volviendo de América con Hernando en Guadalajara, que le pusieron el toro en varias ocasiones, y no lo cogió en ninguna de ellas, el matador le pregunta,  ¿Qué le pasa? y Quismondo le responde, ¡eso me gustaría saber a mí, que me pasa!, esa tarde fue inolvidable.   No ha sido supersticioso, y como colores el amarillo no le ha gustado nunca.

  Ve las escuelas de tauromaquia, como el gran atraso de la fiesta, puesto que para él son toreros estándar, a pesar de que luego cada uno tome sus matices o pensamientos, son todos iguales y luego cuando le sale el "morito", como llama el al toro, no pueden ninguno con ellos, porque no están ninguno hecho, como cuando se forjaban los toreros en las capeas que estaban acostumbrados a las dificultades y mucho mas cuajados en el oficio.  Si pudiera hacer cambios en el mundo del toro, le pondría mas raza y le quitaría kilos a los animales, echándole la culpa a los ganaderos, puesto que en los tentaderos en cuanto le complica la vida una vaca o un becerro a las figuritas que realizan estas tientas,  se las quitan de en medio, con lo cual estamos matando la casta y raza brava, señalando la ganadería de Adolfo Martin como las únicas alimañas que aún  conservan la esencia de la casta brava.

       Para terminar, nos hace eco El Rubio de Quismondo ,  del mundo del toro en Francia, donde se cuida el tercio de varas,  como aquí hace cuarenta años,  y se echan toros como  aquí en antaño, teniendo mucha más  afición  y ambición hacia la fiesta taurina.

        A los chavales que quieren empezar en este mundo del toro como partícipe de esta fiesta con grandes matadores de toros con los que ha colaborado en sus filas como varilarguero,  y como aficionado al mundo del toro,   les dice, que  lo tengan claro y seguro,  que esta fiesta es la más grande y bonita del mundo,  pero es la más peligrosa y más dura, que se dejen de fiestas y cachondeos, y  se dediquen solo y exclusivamente al mundo del  toro, con toda la seriedad y oficio, que la fiesta de los  toros se merece.

  

 

  

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